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Exceso exhumado
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Botas Tributos Ocultos
Ligeros fueron los pasos de los muertos.
Immaru enfocó su iris digital y acercó la imagen al guardián. Estaba a punto de iniciar un ritual nuevo y el espectro de la colmena quería ver cómo respondería.
Cuando empezaron a brotar los engendros, Immaru no pudo contenerse. "¡Uf! Este es todo engendros", se burló. "Diviértete".
Esperaba que el ritual terminara de pronto en un aluvión de éter oscuro. En lugar de ello, el guardián flotó con destreza por el aire y esquivó una explosión tras otra. Su Luz atravesó al desdeñado y lo quemó vivo.
No pasó mucho tiempo hasta que el humo se despejó y el guardián se quedó solo con la Luz vibrando por los tributos. Immaru gruñó para sí mismo.
Desde que era espectro, objetaba la forma en que los guardianes se referían a la Luz. Nunca era "la Luz de mi espectro" o "la Luz del Viajero". Siempre decían "mi Luz". Hablaban como si les perteneciera, como si tuvieran derecho a ella. Como si la hubieran ganado.
Pero cuando miraba el campo de batalla, Immaru tenía que admitir que la arrogancia de los guardianes les servía. Les daba confianza para moldear la Luz de la forma que encontraran más cómoda. La trataban como una herramienta, algo que usaban. Eso les daba ventaja sobre la Estirpe Luminosa, cuya manipulación de la Luz estaba inhibida por la reverencia.
Immaru se alejó del círculo ritual disgustado. Odiaba admitirlo, pero la Estirpe Luminosa tenía mucho que aprender de los guardianes sobre la Luz.
Y cuando lo hiciera, los humanos pagarían por su falta de respeto.
